
Papá, te estoy pensando.
4:19 a.m. Esta madrugada no me sabe igual, es domingo y la nostalgia se va asomando en medio de mi insomnio. Cierro los ojos tratando de dormir, pensando en que era gol de Yepes, (sí, todavía me da duro), y en todos los miedos que estoy enfrentando, luego recuerdo mi niñez en medio de mi pueblo, agarrada de la mano de mi padre, mientras era él quien me hablaba del mundo.
Mi papá, o más bien el señor Jairo, como le dicen mis amigas, es un personaje bastante particular. Tiene una sonrisa que puede incomodar a más de uno, sobre todo en cine, pues es tan escandolosa que los asistentes se ríen no de la película, si no de él, bueno, más bien con él.
Hoy le escribo, y lo recuerdo, porque la mujer que soy ahora también se lo debo a él, no soy el resultado solamente de Doña Sonia y la señora Ana, sino también de ese hombre que siempre me ha llevado en sus hombros, especialmente cuando estoy cansada después de librar mis propias batallas, el señor que me recogía en las fiestas de quinceañeros sin importar la hora, y que de paso llevaba a cada una de mis amigas a su casa. El a veces malgeniado, y el mismo corazón noble y solidario.
A él no le hace falta tener un título universitario para demostrar qué tipo de ser humano es, puedes sentarte toda una tarde con él y hablar del último invento de la NASA hasta sobre cómo sobrevivir en medio de la selva del Amazonas. Miren ustedes lo mucho que aprende, y eso que en vez de ver la televisión, la televisón lo ve a él, siempre se queda dormido.
Ese señor que ustedes ven ahí, me compraba carritos y pelotas a escondidas de mi mamá, creo que siempre supo que era lo que me parecía más divertido, y me llevaba por toda la casa diciendo que yo era su flaca de oro, me siguió diciendo así incluso cuando estaba creciendo y gané un poco de peso.
El universo me premió con él, si volviera a nacer, y pudiese escoger, lo elegiría a él, para mí el moreno más lindo, e ingenioso, porque para haber conquistado a mi mamá hay que tener pantalones, y sentido del humor.
Gracias por tanto, especialmente por los regaños, mi riqueza como siempre he dicho es ser quien soy, y tú eres parte de eso.
Ya era hora de reconocerlo un poco.
Señor Jairo, perdóneme si no se lo recuerdo, pero gracias, por tanto.