
“Los jóvenes emigran pero a veces les viene un dolor en el alma que se llama nostalgia” – Mario Benedetti.
En la claridad de enero me despedía del olor de tu mar mientras caminaba en medio de tus calles con esa brisa salada que me sabe a nostalgia. Te miraba enamorada y se me fueron las palabras convertidas en historias, sólo quedaron rastros de mi niñez como memorias vivas y esperanzadoras, haciéndome recordar esa inspiración que me das y la alegría que viene de ti sin remordimientos, lo que me hace hoy extrañarte con el alma despierta al tenerte tan lejos.
Tus personas sonriendo, como probando la textura de tu cielo, me hacen pensar en ti como en un lugar ilusorio, lleno de misterio y de encanto, pues en ti no hay espacio para la los sueños pequeños, porque vivirte ya es utopía suficiente para sentir a la felicidad como una obligación.
Eres dueña de mi pasado, te he contado mi presente y hasta mi futuro, te he susurrado mis miedos y te he gritado mis deseos, a ti, y a tus olas que caen como realidades ensordecedoras, les debo parte de mi historia, la que gracias a ti, hoy estoy escribiendo.
Te mereces que te quieran, que te cuiden y que te amen, y que vengan más monumentos, para que sigas creciendo en este caribe ansioso, que por descuido y banalidades, junto a la ambición de unos cuantos a veces perdemos.
Riohacha, tierra mía, siempre volveré a ti para encontrarte y también para encontrarme, con esa misma ilusión con la que una vez partí, porque como dicen esas letras en la playa, yo te amo, así me encuentre en la distancia.