
Fotografía: María Cristina Jiménez Mangones. 2017.
Yo quisiera que mi abuela fuera eterna.
Quisiera tenerla siempre conmigo para ir a visitarla y bajo su techo poder hablar sobre mis pensamientos locos acerca de la vida y mis problemas existenciales
¿Debo seguir por este camino?
¿Será que me voy de viaje una vez más?
¿Que área de mi profesión debería escoger?
Siempre le mamo gallo diciéndole que en su época ella no tuvo tiempo de pensar en todo esto, bastante ocupada que estaba alimentando a tres pelaitos tremendos y lidiando con la joya que era mi abuelo; así que ahora le toca escuchar todas estas barbaridades por parte de sus nietos, especialmente las de mi prima María Cristina y las mías.
Bota su carcajada. Me encanta y espero mantenerla siempre en mi memoria.
Ya son 80 los 30 de septiembre que ha llenado de luz este mundo y su corazón sólo lo puedo comparar con el de Elena Isabel, mi otra abuela a quién sólo pude conocer por historias, y con el de mi madre.
Si me dieran otra vida en la que pudiera escoger, la elegiría de nuevo como mi abuelita. 1.000 veces. Porque ajá, el arroz negrito y toda la cosa.
Y por la forma en que todavía me consiente con cada almuerzo, como esa vez en la que recién llegada de Riohacha me preparó seis patacones junto a dos presas de pollo, para eso de la flacura mía.
Después se preguntan que de dónde saco lo exagerada.
Creo que lo que quiero decir es que estoy sumamente agradecida por tener a Doña Sonia conmigo, que deseo desde el fondo de mi alma que nos siga acompañando por mucho tiempo con su independencia, plenitud y dulzura, y que para mí seguirá siendo la mejor abuela del mundo, por lo menos, de mi mundo.