Pérdidas

El  domingo 22 de octubre mi abuela perdió a una de sus amigas más cercanas, a quien tuve el honor de conocer desde niña en el barrio La Pradera de Barranquilla.

Son las 7:00 a.m. y me entero de un golpe, sin preparativos. Se me olvida que la muerte llega casi siempre sin avisar.

Mi prima, quién supo de la noticia  en la madrugada ha decidido viajar desde Santa Marta para acompañarla.

La ha llamado a las 6:00  a.m. y todavía no  sabe lo que ha pasado.

Adquiero el valor para marcarle a mi abuela cuando ya sé que está acompañada y cuando la escucho puedo sentir su pérdida en su voz, su tristeza al hablarme pero como siempre su serenidad frente a las dificultades.

«Abuela, te amo. La vida  es un ratico y quiero que sepas que estoy contigo.»

Con una voz temblorosa me  responde: «Gracias linda, estoy tranquila, pero ésta  pérdida no deja de doler»

Tranquilidad,  pensé.

Eso sólo se puede sentir cuando sabes que  en esta vida has hecho lo humanamente posible para querer a los tuyos en palabras y acciones, en momentos y en historias. Ojalá pueda yo decir que estoy tranquila con mis acciones y elecciones cuando llegue a los 80 que mi abuela acaba de cumplir.

A la  Señora Gala la recordaré siempre con cariño, de la misma forma en que uno recuerda los momentos felices de la niñez. Y a sus hijas, quienes han sido siempre como una familia para mí, les envío todo  el amor posible que puede sentir un corazón guajiro como el mío.

Las llevo conmigo.

 

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