Ni una menos

Photo Sep 25, 11 23 21 AM

Fotografía:  Lauren Green


Rosa Elvira. Marina. María José. Lucía. Las pienso en cada letra.

Me tocó ser mujer por obra y gracia de la naturaleza. La verdad es que me encanta, y de niña nunca  lo miré como una desventaja y mucho menos se me ocurrió que eso me haría merecer menos o más frente a un hombre, no sé porqué, pero siempre he creído en la igualdad.

Bastó con que me crecieran las caderas, se me engrosaran  los muslos, se me definieran las nalgas y me aparecieran los senos para darme cuenta que la sociedad le plantea unas reglas muy diferentes a las mujeres.

Drogadas, violadas,  empaladas. No se me salen de la cabeza sus nombres.

De niña, una de mis actividades favoritas era hablar con mi abuela, sacarle historias, entenderla, vivir la vida en sus palabras, y una de las cosas que más recuerdo es  que  sus deseos al momento de quedar embarazada era que por favor no tuviera hijas. Me decía sin mirarme a los ojos que su vida como mujer había sido muy difícil, que había pasado por varios intentos de violación en el monte y en el pueblo, y ese sufrimiento no lo quería volver a vivir como madre. Creo que el cielo la escuchó, porque tuvo tres hijos varones y ninguna hija, pero sí tuvo cuatro nietas y un sólo nieto. Han pasado más de 50 años desde esos deseos, y todavía nos toca escondernos para que no nos violen.

De las pocas veces que mi mamá me mandó a la tienda, hizo que fuera acompañada de un tío o de un primo. Veía eso como algo normal. Ella misma me decía que no escuchara a los hombres que me hablaran con un «pss pss pss»en la calle, que no parara bolas y que siguiera mi camino. Normal ¿no?

No sé si fue la universidad o la organización en la que fui voluntaria, junto a la gente maravillosa que conocí lo que abrió mi mente y permitió darme cuenta que tanto silencio no podía ser normal, porque el silencio también es violencia. Así que como toda la vida había creído en la igualdad, ya no me parecía prudente quedarme callada cuando un hombre quisiera decirme de cuanta barbaridad en la calle y decidí contestarles. Y de malas si  no les gustaba.

Acá todos somos víctimas cuando se les premia a ellos por ser mujeriegos pero se les insulta a aquellas que son «hombreriegas» si es que esa palabra existe; también somos víctimas cuando a ellos se les trata de «maricas» cuando lloran (como si hubiese algo malo en ser homosexual y en expresar lo que sienten), y premian e invitan a la sumisión nuestra.

Rosa Elvira, empalada en Bogotá. Marina y María José, mochileras como yo, drogadas en Ecuador. Lucía, violada en Argentina. Todas muertas y todas en algún momento culpadas de su desgracia. «¿Quién la mandó a salir con ese tipo?», «eso les pasa por viajar solas», «ah, es que era muy  puta».

En  cada uno de esos juicios, nos culpan a nosotras en vez de culpar al violador.

Ahora cuando camino con mi abuela proto-feminista, ya ahora con pasos más lentos, y le respondo a un tipo atrevido en la calle, se sonríe y me dice al oído «ay mija, no te pongas a pelear en medio de semejante sol y calor». Cada  quien escoge sus batallas, y esta es una de las mías. Tenía que escribirlo, abuelita.

Por sus nombres, por mi abuela, por mi sobrina y mi sobrino, yo seguiré escribiendo, gritando por ni una menos y por la igualdad, en el mes de la mujer y siempre.


Si estás interesada o interesado en apoyar organizaciones en pro de la igualdad y en contra de la violencia hacia la mujer, acá te dejo páginas web de fundaciones y ONGs que puedan interesarte. Si sabes de alguna otra organización no dudes en escribirme y compartirla, que el cambio empieza con nuestras acciones.

http://www.fundacionnataliaponcedeleon.org/

https://juanfe.org/

http://www.heforshe.org/es

2 comentarios en “Ni una menos

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