Perdón. Una de las palabras que más nos cuesta pronunciar. No por sus sílabas ni por su composición, sino por lo que implica.
Perdón puede significar retractarse y admitir errores, y eso, es de lo que menos le gusta al ser humano: aceptar que nos equivocamos.
Perdón puede ser como una fotografía en blanco y negro, que nos deja desnudos y hasta llenos de vergüenza, pero a veces es la única forma de encontrar la luz.
Es por eso, que yo he decidido pedir perdón. Perdón por no amar como debí haber amado a aquellas personas que terminaron envueltas en mi turbulento corazón, perdón a la vida por malgastar el tiempo, perdón a mis amigos por no gastar el tiempo con ellos, perdón y mil veces perdón por no sincerarme a tiempo y ocasionar sin querer sentimientos rotos, perdón a las letras por dejarlas atrás y perdón a mis sueños por haber querido dejar de trabajar en ellos.
Perdón a mi misma por cometer ciertos errores de manera consciente, es esa tal vez la mayor falta de cualquier individuo: tener los conocimientos y no utilizarlos, así como también es equívoco desaprovechar una sonrisa, de esas sonrisas que ahora me gusta tanto dar, y que antes por tonterías dejaba perder.
Y sí, pedir perdón es de lo que menos hago, pero podría afirmar, que a pesar de su dificultad el alivio que me da es tan sólo comparable con un beso de mi mamá, y eso, para mí, es casi el cielo.
-Perdón.